Día Internacional de la Danza


MENSAJE DÍA INTERNACIONAL DE LA DANZA 2013
Por Lin Hwai-min (Taiwan, 1947)

El Gran Prefacio del “Libro de las Canciones”, una antología de poemas chinos que datan del siglo X al siglo VII a.C., señala:
“Las emociones se remueven y adoptan la forma de palabras.
Si las palabras no bastan, hablamos en suspiros.
Si los suspiros no bastan, las cantamos.
Si el canto no basta, inconscientemente
Bailan nuestras manos y marcan el compás nuestros pies”.

La danza es una poderosa expresión. Habla a la tierra y al cielo. Habla de nuestra alegría, nuestro miedo, nuestros deseos. La danza habla de lo intangible y, aun así, revela el estado de la mente de las personas, y de su temperamento y carácter.

Como en muchas culturas del mundo, los nativos de Taiwan bailan en círculo.

Sus antepasados creían que los demonios quedaban fuera de éste. Con las manos entrelazadas, se transmiten calor mutuamente y se mueven en una pulsión común. La danza reúne a la gente.

Y la danza se produce en el filo de la inexistencia. Los movimientos desaparecen en cuanto se producen. La danza sólo existe en el instante. Es única. Es una metáfora de la vida misma.

En esta era digital, las imágenes de los movimientos adoptan millones de formas. Son fascinantes. Pero nunca podrán remplazar a la danza porque las imágenes no respiran. La danza es una celebración de la vida.

Vamos, apaga la televisión, desconecta el ordenador y ven a bailar. Exprésate a través de este instrumento elevado y divino que es nuestro cuerpo. Ven a bailar y reúnete con otros en una pulsante oleada. Atrapa ese precioso y pasajero instante. Ven a celebrar la vida por medio de la danza.



Lin Hwai-min, coreógrafo
Traducción: Arantxa Azurmendi














MENSAJE DÍA INTERNACIONAL DE LA DANZA 2012

Celebremos la interminable coreografía de la vida
A lo largo del tiempo, a través de los años, lo que permanece es, ante todo, el arte. Aquello que el ser humano deja a sus herederos parece ser, al fin y al cabo, arte, bien sea en forma de edificios, libros, pintura o música. O movimiento o danza. En este sentido, pienso en la danza como en la lección de historia más actual y más actualizada que existe, ya que está en constante relación con su pasado más reciente y sólo puede ocurrir en el presente.
De alguna manera, la danza no reconoce fronteras del mismo modo en que lo hacen otras artes, incluso cuando ciertos estilos tratan de limitarse a sí mismos o de trabajar dentro de un marco. El movimiento de la vida, su coreografía y su necesidad de cambio constante entran en acción rápidamente permitiendo que ciertos estilos se mezclen entre sí. Todos engranan de forma natural y la danza se establece sólo en el espacio al que pertenece: el del presente siempre cambiante.
Creo que la danza es una de las formas de expresión más honestas que existen y por eso debemos apreciarla y conservarla porque, excepciones aparte, cuando la gente baila, tanto si es en una representación de ballet como en una batalla de hip hop, en un espectáculo contemporáneo underground o en la discoteca, rara vez hay falsedad o máscara en ello. Las personas se reflejan las unas a las otras constantemente, pero, al bailar, lo que más reflejan es quizás, ese momento de honestidad.
Al movernos como otras personas, y al verles moverse, es como mejor podemos sentir sus emociones, pensar sus pensamientos y conectarnos con su energía. Es, quizás entonces, cuando mejor y más claramente podemos conocerles y entenderles.
Me gusta pensar en el espectáculo de danza como en una celebración de la co-existencia, como una forma de dar y crear espacio y tiempo para los demás y para nosotros mismos. Tendemos a olvidarlo, pero la belleza subyacente del espectáculo en vivo reside, principalmente, en la convergencia de una masa de personas, sentadas una al lado de la otra, compartiendo el mismo momento. No hay nada de privado en ello, un espectáculo es una experiencia extremadamente social. Todos nosotros reunidos por este ritual, que es nuestro vínculo con el espectáculo, nuestro vínculo con el mismísimo presente.
Y así, en este 2012, deseo a todo el mundo, mucha danza. No se trata de olvidar los problemas del año 2011, sino muy al contrario, de enfrentarnos a ellos de forma creativa, de bailar en torno a ellos para encontrar la manera de engranar con los demás, con el mundo y con la vida convirtiéndonos en parte de su interminable coreografía. Dancemos para encontrar la honestidad y transmitirla, para reflejarla y celebrarla.

Sidi Larbi Cheraouki

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